15 de Septiembre de 1891. Partido de la F.A. Cup. El Nottingham County (desde ahora el Notts) va ganando como visitante al Stoke City por cero a uno. Faltan cuatro minutos para el final cuando el extremo derecho del Stoke dribla a dos adversarios y encara la portería rival haciendo una diagonal. Un suave otoño se avecina a las Islas Británicas mientras el escandaloso Oscar Wilde entra en la cárcel de Reading por la puerta de atrás. El irlandés Wilde se había pasado de listo y la justicia victoriana no vaciló en enviarlo a la cárcel por sodomita y graciosillo. Entre tanto, el atacante del Stoke eludía a un tercer defensor y se perfilaba para calcular su tiro mientras el portero dudaba a mitad de camino y un central gordo del Notts trotaba, desesperado, para cubrir su meta. Abstraído, el portero del Notts pensó que no había abandonado su arco en vano: aquellos veinte pasos habían achicado el ángulo de tiro del adversario y lo obligaron a sacar un remate alto que describió una mierda de vaselina y fue a rebotar en el travesaño. Mucho público miraba el partido y los seguidores del Stoke se pusieron de pie al ver que la pelota volvía al campo y quedaba a huevo para un gol fácil de su delantero. El central del Notts llegaba resoplando a grandes zancadas y el cancerbero volvía sobre sus pasos, lo que obligó al punta potter a tirar con el pie izquierdo, que no era el que más le obedecía. Pero le pegó bien. La pelota iba ya por el empate y los del Stoke festejaban, olvidados del robusto central , que empezaba a planear como un zepelín a media altura, con los brazos extendidos, como si se arrojara a una piscina. Aterrizó sobre la raya y ante un mundo de miradas atónitas alcanzó a manotear la pelota y evitar el tanto local. El árbitro no vaciló y aplicó el reglamento a la letra. Tiro libre. Indiferente a las propuestas y los forcejeos y los insultos y las amenzas colocó el balón a treinta centímetros de la línea del gol y dejó que los jugadores se ubicaran a su antojo. Naturalmente, todo el puto equipo del Notts se alineó sobre la raya y por más que sus rivales patearon durante un minuto, la pelota rebotaba una y otra vez en los defensores. El partido terminó cero a uno para las magpies pero hubo tal pelea y escándalo que el Stoke City reclamó una indemnización de mil libras esterlinas por habérsele impedido por medios antirreglamentarios lo que se llama un gol cantado. En los días siguientes todos los especialistas en fútbol discutieron la interpretación de las reglas y, al fin, la Liga Inglesa propuso una solución: debía marcarse un área de protección de 16,50 metros en torno de las porterías y el equipo que cometiera infracción dentro de ese perímetro sería sancionado con lo que iba a llamarse un penalty. Se trataba de un curioso tiro desde once metros, sin obstrucción alguna y con expresa prohibición al portero de mover los pies antes del remate. Había nacido el penalty, uno de los mayores dramas del fútbol (repasen la XIV si no me creen) Tan compleja y sutil es su sanción y ejecución que Pedro Escartín, el mayor especialista del mundo, le dedica veintiséis páginas de la 37ª edición de su Reglamento comentado. Mucho después vinieron la ley de fuera de juego, la distancia para la barrera y otras mariconadas ahora en discusión.
Hoy, 127 años después, la obra de Oscar Wilde ha sido practicamente olvidada y su tumba parisina está llena de besos de pintababios; los porcos bravos ganan 8 a 7 a los stags; y magpies y potters vagan por divisiones menores del fútbol inglés, pero el lanzamiento de penalty se repetirá como una ceremonia infinita de ruído y furia hasta el fin de los tiempos.
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Patadas Sajonas y Coces Celtas bajo los cielos de AlbionUna incursión visceral por las entrañas balompédicas de las Islas Británicas. Archivos
mayo 2020
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